La cama, un objeto simple y
básico en apariencia.
Al principio con un matojo de
paja bastaba, ahora, hemos evolucionado y la cama es algo más compleja, también
en apariencia. Se precisa de un somier, un colchón y cuatro patas. A pesar de
que es únicamente un ente material, es eterno, e independientemente de su evolución
quedará en esta situación por siempre. En cambio, para mucha gente la cama
tiene un sentido, un significado especial. En el momento en que dejamos escapar
nuestros sueños en ellas, las camas adquieren juicio y nos empiezan a conocer
poco a poco. Ellas saben con quién compartimos las sábanas, con quién
compartimos nuestras vidas. A su vez, guardan millones de recuerdos. Recuerdos que,
nosotros usuarios insaciables, somos capaces de reconocer al instante. La cama
de un hotel, la del apartamento de playa, la que teníamos en casa de nuestros
padres, la que tenemos ahora y compartimos con alguien o disfrutamos a solas. Cada cama
representa un momento de nuestra vida. Nuestra vida se explica por momentos y
por supuesto, también por camas. Una cama vivió nuestras pesadillas y nuestro
llanto, otra nuestras primeras relaciones, otra nuestras horas de insomnio
antes o después de un día duro, otra nuestras noches más perfectas y así sucesivamente.
Aunque parezca un estúpido mueble, es en realidad un baúl de recuerdos, una
caja fuerte que mantiene siempre guardados nuestros secretos. El único lugar del mundo en el que estos están seguros.
Liia'11
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