lunes, 2 de enero de 2012

Oda a la cama


La cama, un objeto simple y básico en apariencia.

Al principio con un matojo de paja bastaba, ahora, hemos evolucionado y la cama es algo más compleja, también en apariencia. Se precisa de un somier, un colchón y cuatro patas. A pesar de que es únicamente un ente material, es eterno, e independientemente de su evolución quedará en esta situación por siempre. En cambio, para mucha gente la cama tiene un sentido, un significado especial. En el momento en que dejamos escapar nuestros sueños en ellas, las camas adquieren juicio y nos empiezan a conocer poco a poco. Ellas saben con quién compartimos las sábanas, con quién compartimos nuestras vidas. A su vez, guardan millones de recuerdos. Recuerdos que, nosotros usuarios insaciables, somos capaces de reconocer al instante. La cama de un hotel, la del apartamento de playa, la que teníamos en casa de nuestros padres, la que tenemos ahora y compartimos con alguien o disfrutamos a solas. Cada cama representa un momento de nuestra vida. Nuestra vida se explica por momentos y por supuesto, también por camas. Una cama vivió nuestras pesadillas y nuestro llanto, otra nuestras primeras relaciones, otra nuestras horas de insomnio antes o después de un día duro, otra nuestras noches más perfectas y así sucesivamente. Aunque parezca un estúpido mueble, es en realidad un baúl de recuerdos, una caja fuerte que mantiene siempre guardados nuestros secretos. El único lugar del mundo en el que estos están seguros.




Liia'11

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