martes, 10 de junio de 2014

Sé coqueta



“Se coqueta” me decía mi madre siempre, “compórtate como una señorita”, “no pongas los codos en la mesa”, “siéntate recta”, “sonríe”… así hasta que fui creciendo y sus observaciones variaron: “haz el favor de arreglarte”, “píntate”, “te estás engordando mucho, ten cuidado”, “ni se te ocurra salir así a la calle”, “no comas tanto”…


Nunca entendí el porqué de tanta preocupación ni para qué iba a servirme ser “coqueta”, “sonreír” sin ganas o “pintarme”, nunca lo entendí. Llegó un momento en el que sin embargo alcancé a comprender cuál era la preocupación de mi madre. Vivimos en un mundo que rechaza todo aquello que se aleje de lo establecido como correcto, normal o deseable. Por eso desde pequeñas nos enseñan a ser lo más perfectas posible, lo más perfectas para poder llegar a ser amadas, porque ¿quién querría algo que se salga de los estándares si puede tener una perfecta y ordinaria mujer del montón? El amor intenta camuflar esta situación pues todos acabamos encontrando un día u otro a nuestra alma gemela, seamos como seamos, por mucho que se empeñe el mundo en que si no se es perfecto no se es merecedor de nada; la vida es así. Aun con todo, mi madre no iba tan desencaminada, la pura realidad es que incluso aquellos que confiesan estar enamorados se giran y asombran cuando pasa una mujer ejemplar, una mujer como Dios manda, una mujer como la sociedad demanda. Las revistas masculinas, que todo tipo de hombre consume, están repletas de mujeres estereotipo, mujeres que alguien en algún momento decidió que iban a ser un ejemplo del concepto de atractivo por y para siempre. Y no solo las revistas, internet y sus páginas para adultos lo están también. Estas referencias se convierten en una guía ejemplar de cómo debe ser una mujer deseable, qué cualidades debe poseer y cuáles no. Y este remolino que se retroalimenta una y otra vez  arrasando a su paso con todo lo que puede es un círculo vicioso que solo nosotros podemos romper. Hagámoslo.




Liia'14