Hay veces cuando llevas mucho tiempo
corriendo detrás de algo que, quién sabe si por inercia o por costumbre, en vez
de subir al tren que se acerca, sigues corriendo y te estampas. El porqué es
fácil aunque no contente a nadie, te estampas porque al empezar a correr nunca te
paraste a pensar cómo ibas a frenar cuando llegara el momento oportuno, porque
en definitiva incluso se te olvidó el motivo de la carrera. Nunca creíste
necesitar esa reflexión, pensabas que jamás alcanzarías aquel vagón, que nunca
iba a estar tan cerca, así que, ¿para qué pensar más de la cuenta? Solo
empezaste a correr, no daba tiempo a más.
Y ahora que se ha acercado ese
tren a la velocidad de un relámpago te das cuenta de que tienes que hacer algo
para subir o por el contrario lo perderás. Al final decides saltar y te tiras
sin pensarlo si quiera de esa montaña tan alta, sin paracaídas, sin protección. La intención es coger el tren de tu vida, el tren que una vez soñando que existía perseguiste y que
tras varios tropiezos olvidaste. Llevas mucho tiempo
esperándolo, nada podría salir mal...
Pero te estampas y yo conozco el porqué: solo empezaste a correr, no daba tiempo a más.
Pero te estampas y yo conozco el porqué: solo empezaste a correr, no daba tiempo a más.
Celia Lucía