sábado, 23 de junio de 2012

Fin


Algún día tenía que explotar y ese al parecer fue el día. El salón de la casa, más pequeño que cualquiera de las demás estancias, se hizo en un momento el lugar más desesperantemente amplio del mundo. La habitación se llenó de cristales, astillas, lágrimas, gritos y golpes, muchos golpes. Las lágrimas de ira, de rabia y de impotencia se fundían en sus gritos, audibles a manzanas de allí. No veía a penas, no escuchaba nada, sus ojos estaban nublados y su oído anulado. La inercia le llevó a romper todo aquello que estaba a su paso, no le importaba ya nada, si dentro de ella misma todo era caos aparentar orden en el exterior se le antojó una acción perversa. Su angustia le empujo a golpear hasta el último rincón de su cuerpo contra los objetos que se le cruzaban por delante. Volaron vasos, platos, lámparas y botellas. La mesa central no se tenía de pie y las sillas caían rotas después de toparse con la pared. Se daba asco, le repugnaba su miserable existencia. Aquel sentimiento era poderoso, se la llevaba, la abducía y no le permitía razonar. ¿Pero cómo iba a hacerlo si lo único que podía era sentir como su corazón le pesaba cada vez más? La decepción llenaba cada recoveco de su cuerpo. Cuerpo que agotado y dolorido acabó cayendo encima de los vasos, platos, lámparas y botellas hechos añicos. Cayó como uno más de los objetos maltratados, rendida. Como objeto se limitó a soltar una lágrima final. La última. Nunca más volvería a sentir como el llanto la desbordaba, nunca más volvería a sentir en definitiva.

Liia'12

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dar tu opinión. "Comments are free, facts are sacred" C.P. Scott