Cuando parece que todo se encamina, vas tu y te tropiezas. ¿A fin de qué? te preguntas, pero ni si quiera el eco de esta calle fría y mojada podría responderte. Una a una las gotas empiezan a caer... poco a poco se aceleran y van empapándote de lluvia. Te has levantado de la caída pero no te sientes bien. Buscas tu reflejo en los charcos y en tu desesperación vuelves a tropezarte. Esta vez no te levantas, el húmedo fondo del charco en el que te encuentras te absorbe. Su fuerza es mayor que la de tus párpados que se rinden y caes en el más profundo sueño.
Al despertar ya no estás en un charco, estas en la cama, en tú cama, en su cama, en tús sábanas, entre sus brazos. Has vuelto a abrir los ojos un día más, te has levantado para seguir tu camino. Tu corazón late de nuevo y los escalofríos se han desvanecido. A tu memoria regresa el recuerdo de una vieja pesadilla que viviste hace algún tiempo. Pero solo consigue sacarte una sonrisa. Ahora ya no estás sola, podrías tropezarte tantas veces como quisieras pues sabes dónde acabaran tus pasos y quién estará ahí siempre para levantarte y no dejarte caer nunca.
Liia'12
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