sábado, 21 de mayo de 2011

Tres grandes estupideces para días de lo más absurdo

:D
Tres historias que pueden decirlo todo o nada. Perfectas en su imperfección a la par que dotadas de una lucidez algo estúpida. (La tercera es mi favorita)


Dicen que de efímero murió el rayo… pero yo no les creo. Los rayos no mueren, no tienen fin. Viajan por el mundo alertando a gritos que ya llegan con una alegría pasmosa. La gente cree erróneamente que estos van de arriba abajo imitando la gravedad que ellos no sufren y al llegar a la tierra desaparecen. No es así, no puede serlo. Me niego a pensar que la vida de un rayo sea tan aburrida. Si lo fuese el rayo no tendría tanta luz, tanta energía y tanto poder. El rayo es feliz, viaja de un lado a otro del globo terráqueo visitando países y lugares imposibles de visitar para nosotros. Seguro que es mucho más inteligente que nosotros. Tiene que serlo. Si no, ¿cómo podría viajar tanto? No podría necesita hablar idiomas para poder hacerlo. Así pues, el rayo no solo no ha muerto, sino que además viaja mucho y es muy listo. Que envidia.

-          ¿Tú sabes si las estrellas flotan?
-          No estoy seguro pero eso parece. No se caen del cielo.
-          No me refiero al cielo, ¿tú crees que si cojo una estrella y la tiro al mar flotará?

-          ¿Cómo vas a coger una estrella?
-          ¿Qué más da el cómo? Lo haré.
-          Te quemarás.
-          Me pondré guantes.
-          Se quemarán también.
Silencio
-          Yo si cogiera una estrella no la tiraría la mar.
-          ¿Y qué harías con ella?
-          No sé.
-          Podríamos guardarla en un bote de cristal. ¿Crees que cabría?
-          No lo sé, nunca he cogido una estrella.
-          Entonces, ¿cómo sabes si queman?
-          No lo sé
-          No sabes nada… No sé por qué te he preguntado si las estrellas flotan.

Llueve. Otra vez. Salgo a la pradera como siempre y me pongo a saltar sin ton ni son por el césped verde que se mezcla con el marrón del barro incipiente. Mis pies se ensucian pero no dejo de saltar. Y el agua va calando en mi ropa y más tarde en mis huesos y al cabo de un rato toda yo soy agua y formo parte de la fiesta de la lluvia. Así son todos los días de lluvia aquí; muy mojados. Pero divertidos. Algo solitarios, pero multitudinarios a la par.
 
Al entrar en casa, lo hago por detrás para no despertar a Padre. Pero hoy no está dormido. Hoy mira por la ventana buscando a alguien que ya no está. Me ha visto entrar y su semblante ha cambiado. Parece asustado. Como si hubiese encontrado a aquella persona que buscaba; a mama, que un día de lluvia se fue y no ha vuelto jamás.


Liia'11


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